sábado, 30 de julio de 2011

Las miradas de una madre.

Texto: Éxodo 2:1-10.

Introducción: Alguien preguntó una vez: “¿Qué es una madre?” -y su propia respuesta fue: “Una madre es alguien a quien un niño ama. Un amor hecho a prueba de toda clase de dolores y de todo género de ingratitudes. Un corazón que no se cansa nunca de sufrir. Un alma que no deja ni un momento de querer. Y la verdad es que la pregunta seguirá siendo material selecto para la escritura fresca e inspirada de los poetas. Seguirá siendo tema de elogios por los que nos  sentimos con  una deuda de gratitud: sus hijos. Seguirá siendo el asunto de mayor reconocimiento que hará el esposo y  padre, al saber que si no fuera por la angelical y dulce ternura de esa madre, sus hijos no serían lo que son ahora. Ella también es el objeto de inspiradas predicaciones por parte de los pastores, pues su amor, fidelidad y entrega para formar a sus hijos, despierta una admiración  comparada al amor sacrificial y muchas veces menospreciado de parte de los  hijos hacia Dios. Por las cosas  que una madre hace, con los “instrumentos” recibidos de Dios,  nos  merece  los mejores y más justos comentarios. Si habláramos de las “manos” de las madres, ellas nos contarían de su laboriosidad, protección y ternura. Si habláramos de sus pies, ellos nos mostrarían su diligencia, provisión y arreglo. Si habláramos de sus oídos, ellos nos dirían mucho acerca de cómo es el lloro de los hijos, de cómo son sus  peticiones y sus súplicas  pero a lo mejor nos hablarían de las confesiones y consejos que los pequeños van haciendo en la medida que van descubriendo su mundo y sus problemas. Sin embargo hablemos hoy de su mirada. ¿Qué se esconde detrás de la mirada de una madre? ¿Qué hay detrás de esos ojos llenos de lágrimas, o detrás de aquellos ojos felices? ¿Qué lenguaje produce su mirada tierna, compasiva y algunas veces de reproche? Escogeremos a una madre del Antiguo Testamento. A la madre de uno de los más grandes hombres que ha dado la tierra y que vino de ella. Hablemos de Jocabed, la madre de Moisés. Tomemos la  sagrada frase, a lo mejor  escrita por su propio hijo, cuando dijo: “y viéndolo que era hermoso…
Tema: Las miradas de una madre.

O.T. Veamos lo que hay detrás de una mirada materna.
I.- Una mirada llena de amor. 
a) La orden del Faraón. (Dar muerte a todo varón que naciera) Éxodo 1:16.
b) El dilema de Jocabed. (Había tenido un hijo varón) Éxodo 2:1-2.
¿Puede usted  pensar en las noches de desvelo que tuvo Jocabed al imaginarse que el fruto de su vientre fuera ejecutado para aplacar los temores del malvado gobernador de Egipto? Cada madre ve a su hijo  hermosos sin considerar de que color nacen o qué parte de su cuerpo es mejor que la otra. Pero en esta mirada hubo más que una contemplación física. El término “hermoso” tenía una consideración por parte de los antiguos, como una señal del favor divino. Aquella mirada despertó una compasión que movería sus entrañas. Aquel “pedacito de vida” llenó su corazón de un gran afecto. Cautivó sus sentimientos maternos. Según la Biblia, Moisés sería el tercer y último hijo de  aquella familia. Los otros fueron  Mirian (María), quien tendría unos 15 años cuando nació su hermano menor y Aarón, a lo mejor con unos dos años de nacido. Es obvio que  la llegada un tercero sería algo que  llenaría  de un tremendo regocijo a los felices padres. Ahora bien,  toda madre conserva una mirada de compasión por sus hijos. Nadie más como ellas para sentir el dolor de un hijo enfermo, para sentir el rechazo y el menosprecio que de ellos se hagan, para sentir sus fracasos y sus frustraciones. Por cada ojo lleno de lágrimas de sus hijos, los suyos también lloran y sufren. La mirada de una madre puede desarmar un corazón lleno de odio, puede alegrar un corazón lleno de tristeza, puede entusiasmar a un corazón falto de esperanza y puede generar confianza en un corazón  que ha perdido la fe. Y esto es la mirada lleno de amor.
II.- Una mirada llenos de protección.
Las madres hacen cosas asombrosas con tal de cuidar y proteger a sus hijos. Uno tiene que imaginarse que en el caso de Moisés, su madre se convirtió en una experta en ocultar a su hijo por espacio de tres meses. Pero después de estos tres meses fue imposible seguirlo ocultando.
a)     ¿hasta dónde está dispuesta a llegar a una madre por el amor a su hijo? En la historia de Moisés, además de la extraordinaria providencia divina, la actuación de su madre para salvarlo es única, propia para una obra de película como una gran historia de amor. Aquella mirada protectora despertó la creatividad, y con sus manos laboriosas ella  hizo el “arca de  salvación”. ¡Con cuánto cuidado aquella madre trabajaría en la elaboración  de aquella arquilla! Tómese en cuenta la búsqueda de los juncos, la impermeabilización de manera que el agua no se filtrase y se humedeciese. De igual manera hay que considerar toda la protección que hubo que hacer para colocar al niño hasta que fuera descubierto.
b)    Ellas no calculan los riesgos al momento de salvar a sus pequeños. Las noches son testigos de esos ojos de protección que rodean la cuna. ¿Qué decir de las cárceles o los hospitales donde permanecen tantas de ellas con la esperanza de cuidar o proteger a sus hijos? Los hijos somos objetos de la mirada protectora de ellas.
III.- Una mirada de fe. Hebreos 11:23.
Cada vez que una madre ve a su tierno y pequeño niño,  en su corazón contempla al hombre o a la mujer cuando esté cumpliendo una gran misión como resultado de su esfuerzo y preparación. Ninguna madre ve en su hijo un futuro delincuente, ladrón, homicida  o un  mal hijo. Entre todas las miradas, la de “fe”, es sin duda la más importante. En la historia que nos asiste hoy, el escritor de Hebreos nos dice: “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”.
La expresión “no temieron” está llena de valentía, firmeza pero sobre todo de mucha fe. Tan grande fue la fe que inculcó Jocabed  en Moisés, que el escritor a los Hebreos la destaca como algo sencillamente asombrosa (He. 11:24-26). Toda madre lleva en sí una mirada de fe en el hijo que ha traído al mundo. Y,  es esa fe inquebrantable  que las coloca en la galería de la  historia de la fe  como grandes heroínas por sus hazañas y proezas. Levantémonos hoy para honrar a nuestras madres y saber que detrás de su mirada se esconde una porción de amor, de protección, de esperanza y sobre todo de fe.
Conclusión: 
 Al dejar constancia de mi amor, respeto y reconocimiento por esas bellas damas que tienen un corazón de madre, entre las que incluyo a la mía y a mi esposa, traigo para vuestra reflexión el pensamiento de Federico II de Prusia al ascender a su trono. Su madre,  quien estaba presente, y ella en respecto a alta investidura de su hijo, le dijo: “Vuestra majestad”. Y quien luego llegara a ser Federico el Grande dijo: “Llamadme siempre vuestro hijo; ese título es más preciado para mí que la dignidad real”. Así debe hablar cada hijo al evocar el recuerdo por el ser que le trajo al mundo, a quien tan dulce y amorosamente llamamos: madre. A ellas nuestro reconocimiento, admiración y sujeción al pensar y celebrar su día. Amén.


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