sábado, 17 de septiembre de 2011

Culpabilidad.

Texto: (Juan 8:1-11)
INTRODUCCIÓN: El pasaje que estudiaremos el día de hoy, nos enseña como es la justicia del hombre frente al pecado, y como Jesús responde ante un pecador que necesita el perdón.
Los fariseos y los escribas llevaron a la mujer para tentar a Jesús, y ver de qué forma lo hacían caer.
Jesús frente a esta situación responde de la siguiente manera:

ORACIÓN DE TRANSICIÓN: Conozcamos  el veredicto de  Jesús  sobre el  pecador con él:

Tema: rompe con las cadenas de culpabilidad.

I. EL VEREDICTO DE JESÚS SE BASA EN SU  MISERICORDIA v.3-5a
v Un veredicto no conforme a los hombres: ¿por qué no traerían también al hombre, toda vez que la ley contemplaba un castigo para ambos? (Lv. 20:10)
v No nos paga conforme a nuestras obras. Salmos 103:10-14.
v La intención de los escribas y fariseos. Vinieron para que se hiciera justicia según la ley, pero se encontraron con la justicia de la misericordia. Jesús no “vino para condenar al mundo,  sino para que el mundo sea salvo por él” (Jn. 3:17 )
v La pregunta ¿tu pues que dices? La ley condenaba a muerte a los que cometían este tipo de pecado, pero en Jesús, todos hombres pueden encontrar un defensor. El vino también para ser abogado del desamparado (1 Jn. 2:1, 2)  De él dijo el evangelista que “al ver las multitudes,  tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparas y dispersas como ovejas sin pastor” (Mt. 9:36) La primera respuesta de Jesús a la pregunta “tú, pues, ¿qué dices?”
II. EL VEREDICTO DE JESÚS LLEVA A UN EXAMEN DE CONCIENCIA v.7
v La actitud de Jesús. Apeló al examen de conciencia. V 7.  Hizo una confrontación sobre la condición moral y espiritual de cada hombre.
v La actitud de los hombres. V 9.  La verdad de este pasaje estremece a los hombres en todos los tiempos. Nadie tiene el derecho de enjuiciar, y condenar  a otro por el pecado que ha cometido, si primero no revisa su condición de modo de saber sí está apto para emitir alguna opinión.
v  La actitud de la iglesia. Esta fue la manera cómo Pablo recomendó: “Hermanos, si alguno  fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois  espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote  a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gá. 6:1) Sobre esto, Jesús  mismo había preguntado acerca de las veces que se debería de perdonar diciendo: "No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete" (Mt. 18:22) Nuestra actitud sobre el pecado y el pecador tiene que ser medida por nuestra propia conciencia, pero sobre todo seguir el  tratamiento que le daría el Señor.
III. EL VEREDICTO DE JESÚS LIBERA AL ALMA ESCLAVIZADA   v.9
v La actitud de la mujer. La mujer expuesta al escarnio público pudo haberse escapado mientras los demás estaban haciendo lo mismo. Pero no lo hizo. Allí se quedó con Jesús.
v La pregunta de Jesús.  Después que Jesús se levantó de escribir del suelo,  le hizo una pregunta que tenía no solo el propósito de indicar la retirada del enemigo, sino también quitar de ella la tensión que está viviendo. Cuando ella oyó la pregunta: "¿dónde están los que te acusan?" v. 10, esto tuvo que haber creado en su vida un estado de confianza y de expectativa frente a un hombre que, sin usar otra arma que la de sus propias palabras, puso en retroceso a aquella multitud que quería apedrearle. Ella tuvo que ver en aquel hombre una mirada de ternura y de compasión, tan contraria a la mirada de menosprecio y de odio que salía de sus acusadores.  Como dijera Agustín: "aquel fue el encuentro entre la miseria con la misericordia"
v El veredicto final. ni yo te condeno" v.11. Y es que Jesús no vino —aunque tenía toda la perfección para hacerlo—para dar sentencias jurídicas. El no vino para condenar a nadie. Él había venido para que "todo aquel que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3:16)  Jesús pronunció estas palabras estando los dos solos.
v Palabras finales.   En el encuentro que Jesús tuvo con otras mujeres pecadoras sus palabras finales fueron "tus pecados te son perdonados" (Lc. 7:48) Pero a esta mujer le dice "ni yo te condeno". Esto habla de absorber al pecador de su condición. La gracia del Señor es dada para que en el corazón se despierte un estado de arrepentimiento que le conduzca a una genuina regeneración de sus pecados. "Ni yo te condeno" es lo que cada hombre, inmerso en su propia miseria, necesita oír
v  El perdón es una puerta a la libertad no al libertinaje. Él liberta del pecado para que el pecador abandone lo que le hizo su esclavo.  Las últimas palabras que Jesús le dijo a esta mujer tuvieron que ser las que más atesoró por el resto de su vida: "vete y no peques más". El ser libre de la condenación tiene que llevar al individuo a no seguir en la vida de la que fue rescatado. Aquí es bueno recordar lo que Pablo mencionó a los romanos: "Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque  los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?" (Ro. 6:1,2)
Somos libres de toda culpabilidad. No permitas que el enemigo te siga culpando de los que hiciste en el pasado, vive en el presente.

CONCLUSIÓN: En esta historia vemos que Jesús no dijo muchas palabras como las que esperaban sus enemigos. Las tres intervenciones que hizo pusieron en completa retirada a  aquellos, que más que ver a la mujer humillada por lo que había hecho, pretendían agarrar a Jesús en alguna trampa. Con esto, Jesús quebrantó las intenciones hipócritas rodeando al pecador de misericordia. Avergonzó las conciencias culpables y trajo libertad al alma oprimida. El mensaje de Jesús sigue siendo  el mismo. Él aborrece el pecado pero ama entrañablemente al pecador. El vino para que los hombres salieran de la cárcel de sus pecados. El hombre necesita seguir escuchando las mismas palabras: "ni yo te condeno,; vete, y no peques más" v.11. ¿Cuál será su respuesta ante esta inagotable gracia divina?