viernes, 5 de agosto de 2011

OYÓ EL SERMÓN Y QUERÍA VIVIRLO

Cuando una anciana salía de la iglesia, una amiga la encontró y le preguntó: --¿Ya terminó el sermón?.


--No –respondió la anciana--, ya lo predicaron, pero no se ha terminado.  Ahora voy a hacer mi parte del sermón, a vivirlo.
Cuando una congregación, por pequeña que sea, reacciona de manera tal, por causa de los sermones de su pastor, el beneficio es incalculable.

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