martes, 2 de agosto de 2011

HAY DEMASIADOS ORADORES


Mis amigos, tenemos demasiados oradores.  Estoy cansado de los “picos de oro”.  Antes me lamentaba porque no podía llegar a ser orador.  Pensaba que sería tan hermoso si yo pudiese hablar con un lenguaje bello que cautivara a mi auditorio.  He escuchado a muchos grandes oradores.  Venían, se iban, y su voz era como el aire: carecía de poder.  Confiaban, no en el Señor, sino en sus bellos discursos.  Era a esto que se refería San Pablo cuando dijo: “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, más con demostración del Espiritu y de poder”.
A un testigo que frente a  un juez trata de hacer oratoria,  pronto lo harán callar.  El hombre que dice la verdad en forma clara y sencilla es el que tiene mayor poder.

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