miércoles, 3 de agosto de 2011

LEER LA BIBLIA NO ES TAREA, ES PLACER


Cuéntase que recorriendo los caminos del país de Gales iba un ateo, el señor Hone; iba a pie y al caer la tarde sintiendose cansado y sediento, se detuvo a la puerta de una choza donde una niña estaba sentada leyendo un libro. Le pidió el viajero agua; la niña le contestó que si gustaba pasar, su madre le daría también un vaso de leche. Entró el señor Hone en aquel humilde hogar donde descansó un rato y satisfizo su sed. Al salir vio que la niña había reasumido la lectura, y le preguntó:
--¿Estas preparando tu tarea, pequeña?
--No señor –contestó la niña--, estoy leyendo la Biblia.
--Bueno, ¿te impusieron de tarea que leyeras unos capítulos?.
--Señor, para mi no es tarea leer la Biblia, es un placer.
Esta breve plática tuvo tal efecto en el ánimo del Señor Hone, que se propuso leer él también la Biblia, convirtiéndose en uno de los más ardientes defensores de las sublimes verdades que ella enseña.

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