HAY DEMASIADOS ORADORES |
Mis amigos, tenemos demasiados oradores. Estoy cansado de los “picos de oro”. Antes me lamentaba porque no podía llegar a ser orador. Pensaba que sería tan hermoso si yo pudiese hablar con un lenguaje bello que cautivara a mi auditorio. He escuchado a muchos grandes oradores. Venían, se iban, y su voz era como el aire: carecía de poder. Confiaban, no en el Señor, sino en sus bellos discursos. Era a esto que se refería San Pablo cuando dijo: “Ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, más con demostración del Espiritu y de poder”.
A un testigo que frente a un juez trata de hacer oratoria, pronto lo harán callar. El hombre que dice la verdad en forma clara y sencilla es el que tiene mayor poder.
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